Como
seres humanos, tenemos el compromiso propio y con la sociedad de desarrollar
nuestra inteligencia
emocional, y es que nuestras emociones no siempre van a nuestro favor. El punto
de desequilibrio ocurre cuando emociones como el miedo, la ira o la tristeza,
tan necesarias para la supervivencia del ser humano, nos desbordan y nos
impiden realizar aquello que realmente queremos.
¿Cómo influye ese desconocimiento emocional en niños y
adolescentes?
Muchos problemas de conducta y bajo rendimiento
académico tienen su origen en problemáticas de tipo emocional y no en falta de
capacidad cognitiva. Además de desarrollar
la capacidad cognitiva en niños y adolescentes, la inteligencia emocional hay
que educarla y desarrollarla desde pequeños. Que el ser humano aprenda la
capacidad de regular sus emociones, saberlas
expresar y servirse de ellas para sentirse mejor, es imprescindible para
convivir mejor con los demás y consigo mismo.
Las emociones afectan al aprendizaje. Muchos jóvenes se pueden bloquear por una ansiedad o
nervios ante un examen y no poder demostrar lo que saben; otros tienen miedo a
una asignatura o escuchan rumores sobre algún profesor y se enfrentan a su
aprendizaje de forma deficitaria. Es decir, hay mucha interferencia de las
emociones en la conducta y en el aprendizaje. Pero dándoles herramientas para
conocer sus emociones y manejarlas se evitarían algunos problemas.
Otro
ejemplo sería el bullying. No solo
hay que trabajar con el niño que utiliza comportamientos violentos para
humillar o maltratar a otros (acosador); también hay que fortalecer al niño
acosado, dándole herramientas para manejar esas situaciones, generando en ellos
la resiliencia, la capacidad de
enfrentarse a situaciones difíciles.
Nuestros
adolescentes al poner en práctica estas herramientas de manejo emocional y ver
que les funcionan, las mantendrán y ellos mismos se motivarán y las convertirán
en un hábito.
¿Quieres desarrollar tu inteligencia emocional?