En la última
década se ha asistido a un notable incremento del interés de la comunidad
educativa por investigar y erradicar el cyberbullying,
una nueva forma de maltrato e intimidación entre iguales.
Se ha definido
el ciberacoso o cyberbullying como aquel tipo de acoso protagonizado por parte
de un individuo o grupo que, mediante el uso de las nuevas tecnologías de la
información y comunicación (TIC): teléfonos móviles, correo electrónico, redes
sociales, etc., agrede deliberada y reiteradamente a alguien que no puede
defenderse fácilmente por sí mismo.
A pesar de las
semejanzas con el bullying
tradicional (acoso escolar), se diferencian en algunos aspectos. El primero de
ellos es el mayor alcance del cyberbullying. Con un solo click un alumno puede
difundir un falso rumor a miles de personas en la red, mientras que en el acoso
tradicional, por su carácter presencial, el alcance de dicho rumor está más
restringido.
En segundo
lugar, la imposibilidad de la víctima de escapar de la situación de intimidación.
El acoso tradicional se limita básicamente al tiempo que alumno pasa en el
entorno escolar, en el cyberbullying, el acoso puede continuar las 24 horas esté
o no el alumno en el centro educativo.
En tercer
lugar, el cyberbullying no es una experiencia cara a cara, el agresor no tiene
que exponerse físicamente a la víctima, además de poder utilizar pseudónimos en
la red. Todo esto le permite actuar en el anonimato. El contenido del acoso
electrónico puede ser imperecedero o difícil de eliminar, por lo que la víctima
puede estar reviviendo una y otra vez la situación de victimización, situándola
en una situación de mayor vulnerabilidad.
Los distintos
estudios realizados sobre la prevalencia, parecen apuntar a un repunte en la
pre-adolescencia. Y respecto al género, las chicas son más acosadas que los
chicos.
El cyberbullying
tiene consecuencias graves para todos los implicados, al encontrarse un mayor
riesgo de sufrir desajustes psicosociales y trastornos psicopatológicos en la
adolescencia y la vida adulta.
Destacan sentimientos de ansiedad, depresión,
indefensión, tristeza, baja autoestima, ideación suicida; así como, bajo
rendimiento académico y absentismo escolar.